jueves, 13 de agosto de 2015

NO ES CONSUELO EL DOLOR DEL OTRO, NI CONSUELA LA DICHA DEL VECINO

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No es consuelo el dolor del otro, ni consuela la dicha del vecino.


Si es dicha, te corroe que alguien pueda y tú no. Si es dolor, no es justo consolarse con las desgracias del vecino porque a fin de cuentas a ti, no te sirven de nada.

Así conseguimos tirar “palante” sin, de verdad, conseguir nada.

No es envidia, no es maldad, es la moral que baja a los suelos y no acierta a levantar.

Hunde las ideas, las fuerzas y las posibilidades de alcanzar una meta. Meta, que es la misma de todos. Sobrevivir. Al día a día, a las necesidades, a las obligaciones y a la tranquilidad de vivir en paz.

Claro, lo difícil es mantener eso toda la existencia. Cuando no llueve por un lado, nieva por el otro, cuando no, el viento levanta murallas y el mar hunde hasta la miseria.

Así, ¿qué es lo que se puede hacer? Nada. ¡Frustrante! Solo podemos esperar y esperar y esperar a que todo nos pase sin dejarnos atrás.

Atrás nos dejará la desdicha y vendrá la calma, luego volverá la desdicha y se irá la calma. Y así hasta el momento de morir. Entonces y solo entonces tendremos la paz.

En consecuencia, quitando los años de niñez y ¡no todos pueden decir eso!, realmente vivimos en una larga agonía. Agonía que en los momentos felices se disipa y nos hace soñar que toda la vida es felicidad.