Niños perdidos.
En un lugar oscuro, donde las luces de las velas, solo alumbraban los ojos llorosos de los niños allí escondidos, los mocos caídos de su nariz y las sombras de las telarañas ubicadas en los rincones de las cuatro paredes, llegó una libélula encendida aleteando y revoloteando alrededor de los niños.
Éstos con la boca abierta y sus lágrimas paralizadas, sonreían y
giraban por los movimientos que la libélula realizaba. Así, empezaron a
sonreír y después reír; reír y reír con alegría y hasta casi felicidad.
Cuando se dieron cuenta, habían seguido a la libélula sin mirar por donde pasaban y ésta, les llevó hasta una salida en forma de círculo, por la que se vislumbraba la luz y el cielo. Perplejos, comenzaron a salir uno por uno y asombrados, observaron lo que había a su alrededor. ¡Campo de verde hierba, flores, agua y una luz que brillaba como un arco iris!
Sus lágrimas desaparecieron, los mocos se limpiaron y la sonrisa quedó plasmada en sus caras como algo habitual.
Habían conseguido salir de la oscuridad para alcanzar la luz.
Cuando se dieron cuenta, habían seguido a la libélula sin mirar por donde pasaban y ésta, les llevó hasta una salida en forma de círculo, por la que se vislumbraba la luz y el cielo. Perplejos, comenzaron a salir uno por uno y asombrados, observaron lo que había a su alrededor. ¡Campo de verde hierba, flores, agua y una luz que brillaba como un arco iris!
Sus lágrimas desaparecieron, los mocos se limpiaron y la sonrisa quedó plasmada en sus caras como algo habitual.
Habían conseguido salir de la oscuridad para alcanzar la luz.
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